Tengo muchos años
como docente de Educación Superior y, además de poseer experiencia respecto a los
cursos que imparto, tengo, afortunadamente, la virtud de saber “ganarme” a los
estudiantes, de establecer relaciones de confianza, respeto, cariño, y ya
muchos de ellos son mis amigos, es una labor gradual que va de menos a más y
toma su tiempo, pero siempre estoy dispuesta a establecer y mantener vínculos
armoniosos con mis alumnos.
Tiempo atrás, durante
el transcurso del ciclo de estudios, dictaba mis cursos a primera hora y
siempre al llegar, temprano, en una de las aulas me encontraba con una
joven de ojos preciosos, amable, algo tímida, participaba poco en clases
pero sus notas no eran malas, sin embargo a veces la notaba un tanto ausente.
Los días transcurrían
normales, con los retos y actividades de cada sesión de aprendizaje, debo
confesar que sostenida en mi experiencia docente, decidí hacer un experimento:
durante dos sesiones de aprendizaje por mes tomaba unos minutos para hablar de
la autoestima, la sexualidad, el placer, el amor, y de la salud mental. Sí, es
fundamental amarse, respetarse y principalmente aceptarse plenamente, si
sentimos que deseamos cambiar, genial, lo hacemos desde el amor y no desde la
crítica o la culpa que producen tanto daño interno en las personas.
Aplicando esta
estrategia, dicho sea de paso agregándole mi aderezo verbal y chispa jocosa,
lograba la atención de los chicos y su confianza para que se soltaran en clase
y su aprendizaje sea más fructífero. Debo confesar, nuevamente, que al llegar a
la adultez, comprendí y empecé un camino de conocimiento interno y de toma de
conciencia, principalmente, de que tenía heridas en el alma, penas y complejos
que debía enfrentar, superar y sanar (y sigo trabajando internamente en mi mejoría),
si realmente quería convertirme en una maestra que aporte, que forme y estimule
a los estudiantes a pensar, concretar sus sueños y metas desde el optimismo
inteligente y con una autoestima fortalecida, trabajo que no tiene fecha de
caducidad, porque el crecimiento personal es permanente.
Pero, volviendo a mi
alumna “ausente”, asistía a las clases, hasta que un día, al término de la
sesión, esperó que todos se vayan, se me acercó algo insegura, diría yo, y me
preguntó “¿Miss Silvana, puedo hablar con usted?, respondí ipso facto que sí, nos acomodamos en unas carpetas y con todos mis
sentidos (que son más de cinco, por cierto), me concentré en ella.
“Miss, tengo mi enamorado desde hace tres años, yo lo quiero, él es
bueno, nos llevamos bien, pero siento que ya no quiero tener relaciones
sexuales con él, me aburre, antes sí me gustaba, al principio, pero ahora
siento que estamos en lo mismo, por ejemplo, yo ya sé que el fin de semana
estamos en mi casa, tomamos un trago, luego nos vamos al hotel, ahí nos
quedamos hasta el domingo, desayunamos, luego cada uno a su casa y por la
tarde-noche, él regresa y nos quedamos viendo una película o los programas
políticos del domingo, pero todo es como un esquema…”.
Le pregunté si había
conversado con él, o por lo menos le había deslizado su inconformidad, no con
palabras, quizá, pero sí con alguna expresión gestual, fui directa como
siempre, y le pregunté si alcanzaba el orgasmo con él, si ella tenía poses
favoritas, si él la obliga a hacer cosas que a ella le desagradan “en nombre
del amor”, si hay violencia verbal o física en su relación, si se protegen del
embarazo o de alguna enfermedad de trasmisión sexual con algún método, si ella
expresa en la intimidad lo que desea o simplemente se dejar llevar por él,
pensando que su pareja “sabe”, si juntos han acudido a buscar información sobre
sexualidad a fuentes confiables, si es la primera vez que exterioriza este
malestar, es decir la interrogué peor que la KGB, la CIA y la Gestapo juntas,
jajajaja.
Ella me escuchaba
mientras se quedaba pensando cuál de todas las había realizado junto con su
pareja: “Mmmmmm, bueno yo tomo píldoras
que me dijo una amiga que ella toma también, no usamos condón porque se supone
que somos una pareja estable, sí llego al orgasmo a veces, pero cuando no llego
no le digo nada porque no quiero hacerlo sentir mal porque él cree que me
complace siempre. En realidad no sé cómo enfocar el tema, tengo miedo de que se
moleste o me termine”.
Si calla sigue
sufriendo su frustración y si habla teme perderlo, así de simple. Ambas situaciones
son negativas y ninguna mujer, ni hombre merece vivir. Mientras la escuchaba
pensaba ¿cuántas mujeres viven así, con ese miedo de decirle a su hombre que no
las satisface, incapaces de proponer cambios que las darán placer a ambos y que
es altamente probable que fortalezcan su relación?, ¿por qué dejarnos dominar
por el miedo que nos paraliza?, ¿cómo orientarla para que enfrente, resuelva y
supere esta situación con éxito?
Rompiendo el silencio
Le expliqué que es
fundamental hablar sin herir, y acabar con el mito de “Que solo el hombre sabe y yo no, y si quiero experimentar algo nuevo, divertido o
audaz, soy una mujerzuela que seguro ya lo habré hecho con otros”, que de
ser así tampoco tendría nada de censurable “La
práctica hace al maestro”, ya lo dijo sabiamente William Shakespeare.
Le sugerí como primer
y esencial paso, que trabaje mentalmente en abandonar sus miedos porque si
sigue así no será feliz jamás, ni en esta ni en ninguna relación que tenga: “Tú no tienes culpa de nada, él tampoco
porque como no tiene ni la más peregrina idea de que te aburres en la cama con
él, sigue haciendo lo mismo pensando que es un verdadero león erótico
llevándote a un nirvana, lo cual está muy lejos de ser y suceder”.
Paso dos: “Tú tienes tres años de relación con él y se
conocen, por lo tanto sabes cómo hablarle, definitivamente ustedes dialogan, entonces
tomando en cuenta que “más moscas se atrapan con miel que con vinagre”, no le
hables con enfado o lo culpes, entiende NO HAY CULPA solo es una falta de
comunicación y en el entendido que eres tú la insatisfecha, pues toma las riendas
de tu placer y hazlo valer con inteligencia”.
Paso tres: Despójate
del miedo y la preocupación de: “¿qué
pensará de mí, se molestará o me dejará si le propongo cambiar de hotel,
cambiar de pose sexual o si le digo abiertamente cómo quiero que bese mis
pechos o acaricie mi clítoris, entre otros puntos de exquisito placer que tienes/tenemos?”,
porque el miedo te paralizará y seguirás cargando ese lastre cuando hay solución. Ahora bien, si se enfada, te
critica o condena es que, probablemente, siente miedo y puede reaccionar a la
defensiva o cabe la posibilidad de no te ame lo suficiente (que queda claro que
quien ama no daña, escucha, rectifica y construye con amor su relación de
pareja), por lo que sería buen momento de que evalúes si te conviene continuar
con él.
Siempre obtendrás
respuestas y soluciones si enfrentas la situación con serenidad y con la claridad
de quien tiene todo el derecho de gozar de una sexualidad plena, saludable,
segura y feliz porque al hablar compartirás con él tus inquietudes y le darás
oportunidad de que él también comparta las suyas y juntos las resuelvan, cuyos
resultados serán deliciosas sesiones de sexo donde el amor y el gozo estarán
asegurados.
Pero, si por
respuesta recibes críticas, insultos y cuestionamientos a tu honor y condición
de mujer, se revelará ante ti el ¿hombre? con el ya no conviene seguir compartiendo
tu amor ni tu intimidad. Finalmente, toda experiencia representa una ganancia,
no siempre revelada a corto plazo y ninguna relación amorosa es una pérdida de
tiempo, porque si no te dio lo que anhelabas te enseñó lo que necesitabas.
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